� Copyright 1999 Christian Faith International Ministries. Todos los derechos reservados. Permision granted to freely copy en Espanol if copied in the entirety. Also Publicado a www.CFIM.Net and www.KingdomFaithMinistries.Org . 86 Ser crucificado era absolutamente lo peor y la manera más maldecida de morir. No madre hubiera estado orgullosa a verle a su hijo morir así. El muchedumbre abucheó, se burló de El y le escupió. La vergüenza y deshonra que aguantó casi es demasiado para entender. La tragedia está en nuestra fe que por nuestras doctrinas cómodas, pero falsas, decimos que los cristianos no pueden ser maldecidos. Todavía nos pegamos a esa doctrina aun después de todo que le pasó por y para nosotros. Jesús era sin pecado e inocente y todavía morió en la peor manera posible. ¿Por qué lo dejó? (Gálatas 3:13-14) Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. (Isaías 53:5-6) Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Todos nuestros pecados fueron puestos sobre Jesús y El pagó el precio por ellos. No hizo excusas—hacemos excusas. Eso es uno de nuestros pecados. Jesús caminó la senda entera. Debemos creer que si haya algo que El quiere que hagamos, poderemos hacerlo y lo haremos—sin excusas. Cuando le dijo Dios a Josué, “Moisés, mi siervo, está muerto,” Dios le dijo levantarse y capturar la tierra. Jesús fue colgado en la cruz para convertirse en maldición para nosotros. Pero si no nos levantamos y luchamos por nuestra libertad de las maldiciones, todavía vamos a tenerlas. Por sus heridas, somos curados. ¿Pues por qué estamos enfermos? Porque tenemos que luchar por nuestro salud. Tenemos un enemigo y su propósito tiene tres partes: hurtar, matar y destruir. ¿Cuáles de esos te gustan? ¡Ninguno me gusta! Ninguno, gracias. En el estado de Washington en el año 1989, me efermaba con un veneno dentro de mi sistema. Yo estaba orando, pero me enfermaba. Muy pronto, el color de mi piel cambió a amarilla y sabía que algo estaba pasando con mi hígado. Todavía estábamos orando. Mis amigos me decían, “Carl, esto no es como problema de los riñones. Tienes dos riñones, pero sólo un hígado. Si falla, te mueres. Necesitas irte a un doctor.” Decía yo, “¡Soy sanado por las llagas de Jesús, y no necesito a un doctor!” Y Qué Dios le bendiga a mi esposa, Sheila. Me apoyó en fe. Estaba tan débil que no podía levantarme de la cama y por seis días, estaba en estado de coma. Un día cuando estuve solo, me oí una risa y una voz diciendo, “¿Por qué no te sueltas? ¡Vas a morir!” Fue sátanas. Dije, “Voy a soltarlo. Voy a darlo a Dios. He estado intentando hacer funcionar mi fe. Dios me sanará, o voy a morir. No me importa. Es su problema.” Pero seguí creciendo más débil.
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