Convertiendo las Maldiciones en Bendiciones

� Copyright 1999 Christian Faith International Ministries. Todos los derechos reservados. Permision granted to freely copy en Espanol if copied in the entirety. Also Publicado a www.CFIM.Net and www.KingdomFaithMinistries.Org . 7 No había una buena razón de apurarse a la tienda desde que nadie hiciera negocios con él. No se regocijaban así desde hace mucho. Fue alrededor de las dos de la tarde cuando finalmente se fue a la tienda. Cuando llegó, estaba la gente puesta en una gran fila esperando por su llegada. La cosa extraña fue que nadie sabía de las cosas que habían cambiado en casa. Había sido un gran cambio en sus vidas. Cuando me dijeron lo que le había pasado a este hombre, pensé en mí mismo, “Tengo que aprender acerca de esto,” pero estamos tan ocupados que no pensé mucho en él otra vez. ¡Eso fue un gran error! No tenía ninguna idea que sufriría consecuencias como resultado de mi falta de conocimiento del poder que tienen las maldiciones. La idea fue nueva para mí y Dios estaba usando esta incidencia con el hombre para enseñarme. Fue una lección muy difícil, porque sin pensar en ella, yo había hecho enojar a los demonios en los brujos, los cuales había maldecido al hombre. Pues, sólo por estar cegado en algo no significa que esto no pueda pasar. Puedes decir, “No me dolerá si salto de este edificio.” Pero cuando te golpeas en la tierra, todavía te va a doler, aunque no sabes que sí es grave—si sobrevives la caida. Las consecuencias comenzaron cuando todavía estábamos en Ucrania. Hubo un incidente con el ejército ucraniano, “los jefes,” y fue difícil salir del país. Al momento, no pensamos que algo serio nos estaba pasando, especialmente no que alguien nos maldijo. Estuve en una zona inhabitada por hombres entre las fronteras de Hungría y Ucrania por horas. Casi siempre, estos países tienen zonas inhabitadas en forma de una cuadra por las fronteras entre otros paises. Fue un día helado, sin albergues, y yo no traía mucha ropa. Le habíamos dado la mayoría de nuestra ropa a la gente antes de regresar a casa. El clima estaba más cómodo cuando llegamos a Ucrania, pero hacía mucho frío cuando regresamos a Budapest. Cuando regresamos de nuevo al este de los Estados Unidos, estaban pasando cosas más extrañas. No pude dormir por cuatro días. Mi esposa me estaba esperando en el sureste de Estados Unidos y todavía tuvimos que manejar por el país para Nuevo México. Entonces dije, “Debemos irnos a casa ahora porque no puedo dormir.” Salimos para allí. Viajábamos por la carretera interestatal 20 y llovía con tanta fuerza que no podíamos ver, cuando se poncharon las dos llantas de atrás. No había nada que podíamos hacer—nadie pararía para ayudarnos. Finalmente, después de sentarnos por tres horas más o menos, todavía sin poder dormir, empecé a manejar y oré, “Dios, por favor protege nuestros rines de las llantas.” Entonces, manejamos muy lentamente a cuatro o cinco kilómetros por hora, hasta que alcanzaramos la siguiente salida. Cuando llegamos, encontramos un taller, pero la gente no nos ayudó. ¡De veras, esto nos pasó! Yo estaba confundido y cuestionaba el por qué de todo esto. Ya era medianoche y no sabíamos si debiéramos de irnos de esa gasolinera. Me acordé que teníamos una tarjeta de club de auto, entonces les llamé, y vinieron para ayudarnos. Nos remolcraron aproximadamente treinta y cinco kilómetros a una llantera,

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